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Lecciones de la pandemia COVID-19: cómo combatir desinformación y prepararse para futuras crisis. Un relato de resiliencia y supervivencia que inspira cambio.

¿Qué nos ha enseñado la pandemia global del COVID-19? – Parte I

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Este artículo rinde homenaje a todas las víctimas del COVID-19 y a todo el personal de primera línea que enfrentó la pandemia con valentía, dedicándose a socorrer a los enfermos. Un eterno agradecimiento para ellos, y un recuerdo especial para quienes perdieron la vida por salvar a otras. ¡Muchas gracias!

Los puestos de salud, los centros médicos, los hospitales y las clínicas de cada rincón del país estaban repletos de enfermos. Cuerpos sin recoger y un sistema de salud completamente desbordado. La escena parecía sacada de una película apocalíptica».

«El temor se apoderó de mi alma», confesó Irvis, «y estuve a punto de perder la esperanza».

Era marzo de 2020 cuando el primer caso confirmado de COVID-19 en el Perú fue anunciado por el entonces presidente Martín Vizcarra, mediante un mensaje a la Nación. Lo que parecía lejano se estaba haciendo realidad; nunca pensé que un virus tan silencioso e invisible pudiera llegar a mi país y cambiar por completo nuestra forma de vida. Tampoco imaginé que la situación se volvería tan tensa y generaría tal caos, no solo en el Perú, sino en todos los países de América.

En conferencia de prensa, Presidente de la República, Martín Vizcarra, anuncia nuevas medidas del Estado de Emergencia Nacional por Covid-19.
En conferencia de prensa, Presidente de la República, Martín Vizcarra, anuncia nuevas medidas del Estado de Emergencia Nacional por Covid-19. Imagen proporcionada por Presidencia Perú.

—¡Nunca llegará ese virus al Perú! —le dije, con sarcasmo, a mi hermano menor. Él solo hizo una mueca y se rio.

El COVID-19 fue un evento de gran magnitud que marcó mi vida, y del que muchos somos sobrevivientes; un suceso que parecía a punto de acabar con la humanidad. Todo parecía sacado de una película: el miedo, el caos y nuestro modo de vivir cambiaron durante dos años. Pude comprobar que el virus había llegado hasta el último rincón de mi región. Nadie se salvó de contagiarse; casi todos padecimos la enfermedad en alguna medida.

Durante los primeros meses, el gobierno tomó medidas drásticas: cerró colegios y clausuró aeropuertos, restaurantes, discotecas, fiestas e iglesias. Todas esas actividades fueron vedadas. Aun así, nunca imaginamos que, a pesar de las restricciones, en los meses siguientes se registraría un pico tan alto de casos y muertes.

Las medidas adoptadas por el gobierno peruano coincidían con las de otros países. Me di cuenta de que todos parecían seguir las mismas instrucciones, como si se tratara de un manual universal para enfrentar la crisis. No era casualidad: descubrí que seguían las recomendaciones de la OMS, a la que, en un momento dado, llegué a llamar «el gran jefe».

Debemos aprender del pasado y trabajar a partir de esas enseñanzas para mejorar nuestra respuesta ante lo que pueda venir.
Debemos aprender del pasado y trabajar a partir de esas enseñanzas para mejorar nuestra respuesta ante lo que pueda venir. Imagen por Presidencia Perú.

Al principio, confieso que no dimensioné la gravedad de lo que ocurría. Lo veía como algo controlado, e incluso llegué a pensar que el virus había escapado de un laboratorio. En internet abundaban las teorías conspirativas, que inundaron mi mente de argumentos; ante la falta de información oficial, llegué a creer que todo era un experimento.

El caos y el miedo se intensificaron tanto que, durante los meses siguientes, fui testigo de numerosas muertes en mi ciudad. En las redes sociales solo se hablaba del COVID-19, y en mi misma cuadra fallecieron varias personas. Eso me generó un temor profundo y me hizo ver la pandemia como algo verdaderamente alarmante.

Aprendí la lección cuando mi madre fue víctima del COVID-19 y toda nuestra familia se contagió. Mi padre y mi hermano menor fueron asintomáticos, mientras que mi madre y yo terminamos postrados en cama. Sin embargo, ella fue quien llevó la peor parte.

Mi madre estuvo al borde de la muerte y tuvimos que aislarla. Durante tres meses de intensos dolores y lucha constante, mi padre hizo todo lo posible por salvarla.

—Usé la jarra hervidora, esa vieja que teníamos abandonada en el corral, para propagar aire caliente hacia tu madre —nos contó después.

Aquel objeto, aunque olvidado, encontró su razón de existir en el momento más crítico.

Mi papá tomó la jarra que hervía agua y la adaptó para convertirla en un propagador de aire caliente. Con ingenio y algunas modificaciones, logró crear una especie de máquina de vapor que le sirvió para suministrar aire caliente a mi madre.

—Gracias a Dios, adquirí la destreza necesaria para transformar esa jarra hervidora en un sistema que la ayudara a respirar —me explicó mi papá.

Gracias a Dios, y a todos quienes se esforzaron por no perder la esperanza frente a este virus, hoy somos sobrevivientes de lo que, hace cinco años, parecía llevarnos al borde de la extinción como especie humana.

Tras varios años de haber superado el COVID-19, he recogido en estas líneas las lecciones que aprendimos durante la pandemia, las cuales debemos aplicar en caso de que ocurra un evento similar o de magnitud comparable.

El temor se apoderó de mi alma y estuve a punto de perder la esperanza. Yo con COVID-19 (30 de marzo del 2020). Imagen por Irvis Murillo.

La humanidad sigue expuesta a intensos peligros, y aunque han pasado cinco años desde la pandemia, el riesgo de enfrentar nuestra extinción sigue latente. Ya sea por una nueva pandemia, una guerra nuclear u otra amenaza global, debemos estar preparados.

Sea lo que ocurra en un futuro próximo —en unos años o en una década—, tenemos la obligación de aprender del pasado y trabajar a partir de esas enseñanzas para mejorar nuestra respuesta ante lo que pueda venir.

Es fundamental enseñar a las nuevas generaciones que un evento de tal magnitud no es un juego, y que la preparación es vital. Desde aprender a identificar la desinformación y las teorías conspirativas, hasta comprender la verdadera importancia de los recursos y el ahorro, son lecciones que debemos transmitir de generación en generación. Esto no solo aplica para una crisis mundial, sino también para los desafíos de la vida cotidiana.

Estas son las lecciones que viví en carne propia y que, de una u otra forma, aprendieron miles de personas en todo el mundo durante la pandemia del COVID-19.

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