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La morriña es una añoranza profunda e intensa por el lugar donde hemos crecido y forjado nuestras raíces emocionales.

Morriña: Superando el miedo al cambio y la nostalgia anticipatoria – Parte II

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El punto de desafío.

El mayor desafío de mi vida fue tomar la decisión de viajar a Polonia, cruzar el Atlántico y cumplir la promesa que le había hecho a Arleta. Ese reto representó la lucha más difícil contra mi estado mental. Casi todos los días me invadía el miedo, tenía ideas erráticas y pensamientos difíciles de procesar. Esto se mezclaba con las opiniones contradictorias de mi familia, que decían una cosa y otra sobre mi viaje, sin lograr tranquilizarme.

Por las noches, caía en una profunda depresión. Cada vez que escuchaba música local, especialmente en la oscuridad, mi alma se abatía hasta el límite. Estaba atormentado solo de pensar que el día del viaje se acercaba. Llegué a considerar rendirme y cancelarlo todo. Incluso inventé una historia para convencer a mis padres de que Arleta no era una buena persona y que había cancelado el viaje. Tuve ideas descabelladas con el único objetivo de obedecer a mi miedo.

Volando sobre Alemania. Imagen por Irvis Murillo.

Afortunadamente, nunca llevé a cabo ninguna de esas ideas. Aunque estuve a punto de hacerlo, siempre libraba una batalla interna que me impedía materializarlas.

Cada día mi alma se llenaba de vacío, un abismo profundo de depresión y pensamientos irracionales. Mi cerebro luchaba contra mí, creando paranoias destructivas. Fue en ese momento cuando tomé conciencia de que era hora de hacerme cargo de mi situación. Comencé a buscar ayuda, no en mi familia, porque mis padres ya estaban preocupados y a la vez felices por mí. Sabía que si les contaba algo, su preocupación aumentaría.

Recuerdo una madrugada, acosado por el pánico, en que bajé las escaleras y toqué la puerta de la habitación de mis padres. Mi madre ya había salido hacia la iglesia, así que encontré a mi padre durmiendo. Entre sueños, me dijo: «Pasa, hijo». Entré y le dije: «Papá, quiero contarte algo que me está pasando y tengo mucho miedo». Le relaté todo lo que me ocurría y, por alguna razón, me entendió. Creó en mí y me dio un consejo que no fue malo, sino la reacción de un buen padre al ver a su hijo pedir ayuda.

Afrontar el miedo a toda costa, siempre y cuando sea un miedo constructivo.
Afrontar el miedo a toda costa, siempre y cuando sea un miedo constructivo. Imagen por Irvis Murillo.

Me dijo que no perdiera la esperanza, pero también fue sincero y me confesó que él también estaba preocupado. Sobre lo que le había contado, me dijo que, si pasaba cualquier cosa estando allá, escapara por la ventana y corriera. No es que creyera que Arleta y su familia fueran malas personas, sino que pensaba que los europeos eran fríos y serios, y que su idioma no les permitía explicar las cosas con la calidez del español.

Esa conversación mejoró mi estado mental y fue una de las mejores decisiones que tomé: confesarle a mi padre mi angustia. Él supo comprender y, aunque también estaba inquieto, hizo todo lo posible por hacerme sentir bien y protegido.

Sin embargo, esa carga emocional no desapareció.

Decidido a resolver el problema de raíz, busqué ayuda profesional con una amiga psicóloga, terapeuta de familia. Le pedí ayuda, pero la terapia no fue productiva. Quizás no supe explicarme bien, o ella no vio mi problema como algo grave. Para ser sincero, su ayuda fue limitada. Ante esto, busqué refugio en libros, predicaciones, videos de YouTube y material motivacional. Pero nadie parecía darme una respuesta, excepto un libro que compré en Kindle de Amazon, enfocado en vencer el miedo al cambio. Ese libro sí me ayudó y me dio las pistas para destruir ese estado mental.

La mejor manera de eliminar por completo la morriña era enfrentarse y vivir donde está ese miedo.
La mejor manera de eliminar por completo la morriña era enfrentarse y vivir donde está ese miedo. Imagen por Irvis Murillo.

La respuesta a mi problema fue sencilla: acepta que tienes miedo. La única forma de destruir el miedo al cambio era enfrentándolo. Es decir, para que la morriña se fuera de mi vida para siempre, debía afrontarla y tomar la decisión de hacerlo. Obviamente, el libro profundiza en otros aspectos, pero su conclusión era esa: enfrentar el miedo a toda costa. Claro, siempre y cuando sea un miedo constructivo, uno que, al superarlo, nos permita crecer.

Finalmente, entendí la solución a mi problema. Después de años, supe cómo enfrentarlo. Aunque todavía sentía miedo, lo acepté y viajé a Polonia. Era evidente que entre la teoría y la práctica había un abismo, pero ahora podía controlar ese terror, dominándolo con mi mente.

La cura estaba ahí.

Cuando viví en Polonia y comprobé que todos mis pensamientos catastróficos eran solo productos de mi miedo y de una mente dominada por ese sentimiento, una nueva claridad invadió mi ser. Finalmente pude ver la realidad y entendí que había destruido ese miedo de una vez por todas. Fue en Polonia donde me curé y me di cuenta de que la mejor manera de eliminar por completo la morriña era enfrentándose a ella y viviendo desde dentro donde ese miedo habitaba.

Acepta que tienes miedo.
Acepta que tienes miedo. Imagen Ilustrada.

Quizás tu caso sea diferente. No es necesario viajar a un país lejano para sanar de la morriña, pero puedes enfrentar el miedo aceptándolo y aprendiendo a vivir con él. Esto no significa que debas aceptar miedos que vayan en contra de tu integridad, sino aquellos que te limitan como persona, que te impiden salir adelante y ver oportunidades más allá de tu zona de confort.

Si es algo que te ayudará en tu vida personal y en tu futuro, vale la pena aceptar el miedo tal cual, vivir con él y afrontarlo. Ten en cuenta que este proceso no es lineal; el miedo no desaparece de la noche a la mañana, sino que aprendes a convivir con él, a reconocerlo sin que te paralice. Es un camino, no una solución mágica.

Así que, sin importar dónde estés o a dónde vayas, puedes decir con convicción: «Miedo, aquí estoy y te reto a vivir conmigo».