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Lo que comparto aquí nace de mi experiencia y perspectiva; quizá resuene contigo, quizá no, pero espero que aporte valor. Artículo de Opinión.

Cuando la abundancia de datos genera más dudas que respuestas

Uno de los mayores retos de los jóvenes de hoy ha sido siempre encontrar trabajos dignos y bien pagados, sobre todo cuando sentimos que todo está en contra nuestra, como si el viento y la marea golpearan nuestro barco sin piedad. Y aunque vivimos en la edad de oro de la información —donde todo es más rápido, resumido y hasta hablado— los cambios sustanciales todavía no se perciben con claridad. Paradójicamente, esa enorme cantidad de información que tenemos al alcance en internet muchas veces genera confusión en lugar de respuestas claras a nuestras preguntas.

La realidad es que, con frecuencia, terminamos con más dudas que certezas.

No importa cuánto consultes, ni cuántos videos de YouTube veas: nunca antes en la historia hubo tanta información gratuita y tan accesible, y sin embargo, muchos jóvenes seguimos sin tener claridad sobre qué hacer con nuestras vidas. Eso provoca que muchos tomen decisiones apresuradas, ajustadas a su realidad inmediata, o incluso desconectadas de ella. Recuerdo lo que alguna vez dijo un profesor en mi clase de física: él evitaba recurrir a YouTube porque consideraba que allí la información era superficial, y prefería acudir a los libros.

En ese momento me pareció extraño, incluso exagerado, pero con los años —y ahora en 2025— entiendo mejor lo que quería decir. Hoy tenemos acceso a traducciones instantáneas, a pensamientos de autores de todas partes del mundo, y a inteligencia artificial que responde preguntas con una precisión increíble. Sin embargo, eso no ha significado que la sociedad cambie de manera sustancial. La IA está aquí para quedarse, sí, pero no hemos visto todavía una ola masiva de empresas nuevas, inventos disruptivos o desarrollos millonarios en países que antes estaban rezagados. La explicación está, quizá, en lo que decía aquel profesor: la mayoría no sabe cómo transformar lo que lee en algo aplicable.

Imagen por Irvis Murillo – Sitio web de OpenAI, una de las plataformas de IA más populares en la actualidad.
Vivimos en una era de acceso sin precedentes a la información: gran parte del conocimiento humano está a un clic de distancia, disponible de forma gratuita e inmediata. Es un tiempo en el que la escritura puede ser complementada por la consulta, y herramientas de inteligencia artificial pueden ofrecer respuestas en segundos, construidas a partir de un extenso entrenamiento en textos.
Sin embargo, junto a esta capacidad tecnológica, el impacto tangible en la estructura de la sociedad parece evolucionar a un ritmo diferente. Si bien la IA tiene el potencial de facilitar inventos extraordinarios y logros significativos, su integración en la vida cotidiana a menudo es gradual y menos espectacular de lo que algunas proyecciones anticipaban. La vida sigue su curso, y para muchos, esta herramienta funciona como parte del trasfondo, integrada de formas sutiles en el día a día. Imagen por Irvis Murillo – Sitio web de OpenAI, una de las plataformas de IA más populares en la actualidad.

La abundancia de información no garantiza comprensión ni acción. Muchas personas consumen contenido sin analizarlo ni aplicarlo, y por eso no vemos disrupciones profundas en todos los niveles de la sociedad. Basta observar cómo usamos la IA: la mayoría la emplea para preguntar cosas ya establecidas, sin profundizar en procesos, investigación o creación original. De esa forma, corremos el riesgo de quedarnos como usuarios pasivos, mientras unos pocos —los que sí transforman la información en conocimiento aplicado— marcan la dirección del mundo y empujan los verdaderos avances.

Vivimos en una era de acceso sin precedentes a la información, pero si observamos la realidad de las personas y el estado de nuestra sociedad, notamos que no todos canalizan este conocimiento hacia propuestas innovadoras o el desarrollo de ideas originales. En muchos casos, las personas funcionan principalmente como usuarios de tecnologías ya establecidas, aprovechando lo existente más que generando novedades.
El verdadero avance —transitar de ser consumidores a creadores con propuestas propias y desde cero— implica saber aplicar de manera profunda y original lo aprendido. Existía la expectativa de que herramientas como la inteligencia artificial impulsarían la aparición masiva de talentos excepcionales o un boom de innovación disruptiva, pero en la práctica, estas tecnologías se han consolidado especialmente como instrumentos de productividad y optimización. Lejos de reemplazar la creatividad humana, han puesto en evidencia que el progreso sustancial sigue dependiendo de nuestra capacidad para pensar con autonomía, cuestionar críticamente y construir con originalidad.
Vivimos en una era de acceso sin precedentes a la información, pero si observamos la realidad de las personas y el estado de nuestra sociedad, notamos que no todos canalizan este conocimiento hacia propuestas innovadoras o el desarrollo de ideas originales. En muchos casos, las personas funcionan principalmente como usuarios de tecnologías ya establecidas, aprovechando lo existente más que generando novedades.
El verdadero avance —transitar de ser consumidores a creadores con propuestas propias y desde cero— implica saber aplicar de manera profunda y original lo aprendido. Existía la expectativa de que herramientas como la inteligencia artificial impulsarían la aparición masiva de talentos excepcionales o un boom de innovación disruptiva, pero en la práctica, estas tecnologías se han consolidado especialmente como instrumentos de productividad y optimización. Lejos de reemplazar la creatividad humana, han puesto en evidencia que el progreso sustancial sigue dependiendo de nuestra capacidad para pensar con autonomía, cuestionar críticamente y construir con originalidad. Imagen por Irvis Murillo.

Si somos jóvenes y queremos salir de esa zona que nos atrapa, necesitamos pensar diferente y buscar información de calidad que realmente nos ayude a construir un futuro. Pasar todo el día repitiendo lo que otros hacen no nos llevará muy lejos. Es clave acudir a experiencias de primera mano, a lecturas profundas y a contenidos que exijan reflexión crítica. Leer con intención es una de las mejores formas de ampliar la lógica y el criterio propio.

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Si leer te aburre, quizá sea porque nunca lo has intentado de verdad, con paciencia y voluntad. Y si crees que no aporta nada, recuerda cómo se entrenan las inteligencias artificiales: con cantidades inmensas de textos escritos por humanos. No existe mayor inteligencia que la tuya propia. Si eres joven, ahora que tu mente y energía están en su punto más alto, es el mejor momento para aprovecharlas.

Si hoy sientes que estás en una situación sin rumbo, con incertidumbre y la sensación de no estar haciendo algo productivo, es hora de actuar. Lo primero que te recomendaría es enfocarte en algo que tenga demanda real. Si estás por elegir una carrera universitaria y no sabes cuál seguir, piensa en esto: yo mismo hubiera querido que alguien con experiencia me aconsejara en ese momento. No lo tuve, porque en mi familia nadie había terminado una universidad.

Aunque vivimos inmersos en el sistema económico —y, tarde o temprano, el dinero se vuelve una parte indispensable de nuestras vidas—, es fundamental aprender a adaptarnos sin perder de vista nuestros valores y bienestar integral. Este sistema, con sus ventajas y desventajas, es uno de los mar predominantes en los que navegamos para nuestro desarrollo personal y social.
Por eso, resulta crucial elegir una profesión u oficio que no solo nos brinde un sustento, sino que también nos permita vivir con calidad y proporcionar seguridad a quienes dependen de nosotros. No se trata necesariamente de optar por una carrera compleja o demandante, sino de encontrar ese punto de equilibrio entre lo que nos hace felices, lo que da sentido a nuestra vida, y lo que nos permite generar ingresos de manera honesta y sostenible.
Aunque vivimos inmersos en el sistema económico —y, tarde o temprano, el dinero se vuelve una parte indispensable de nuestras vidas—, es fundamental aprender a adaptarnos sin perder de vista nuestros valores y bienestar integral. Este sistema, con sus ventajas y desventajas, es uno de los mar predominantes en los que navegamos para nuestro desarrollo personal y social.
Por eso, resulta crucial elegir una profesión u oficio que no solo nos brinde un sustento, sino que también nos permita vivir con calidad y proporcionar seguridad a quienes dependen de nosotros. No se trata necesariamente de optar por una carrera compleja o demandante, sino de encontrar ese punto de equilibrio entre lo que nos hace felices, lo que da sentido a nuestra vida, y lo que nos permite generar ingresos de manera honesta y sostenible. Imagen por Irvis Murillo.

Y esa es otra gran dificultad: es raro encontrar a alguien que nos guíe de verdad, y cuando buscamos en internet, muchas veces salimos más confundidos. Lo entiendo, porque yo también pasé por eso. La incertidumbre puede atraparnos, incluso llevarnos a estados como la depresión. Y eso es lo que debemos evitar. La saturación de información, los comentarios de familiares y amigos —algunos bien intencionados, otros no tanto— muchas veces solo suman ruido. Al final, las decisiones de papá o mamá terminan influyendo más de lo que pensamos.

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Si estás en esa etapa, quiero dejarte algunas recomendaciones. Imaginemos varios escenarios en los que podrías encontrarte: si recién saliste de la escuela y estás eligiendo carrera, si estás por graduarte y no sabes qué camino tomar, o si ya te graduaste pero aún no encuentras trabajo.

Escenario 1: Has terminado la escuela y quieres elegir una carrera profesional.

En este punto es normal sentirse confundido: por un lado, escuchamos miles de opiniones en internet, y por otro, sentimos la presión de nuestros familiares. Algunos incluso comparan tu situación con la de otros: “mira, fulano estudió tal cosa y ahora gana mucho dinero”. El problema es que cada quien habla desde su experiencia o sus creencias, y esas opiniones pueden confundir más que ayudar.

Entonces, ¿Qué hacer?

  • Escucha, pero filtra. Siempre presta atención a lo que dicen los demás, incluso si no estás de acuerdo. Hazlo con respeto, recoge lo útil y descarta lo que no aporte.
  • Comprende a tus padres. Puede que sientas presión, pero la mayoría quiere lo mejor para ti, incluso si no saben cómo expresarlo. Respétalos, analiza sus consejos y ten presente que sus experiencias son distintas a las tuyas.
  • Diferencia opinión de verdad. No todas las opiniones son válidas para tu caso. Usa tu criterio —y si quieres, apóyate en herramientas como la IA de manera constructiva— para investigar a fondo. No decidas por envidia, comparaciones o expectativas ajenas.
  • Busca lo que disfrutas, siempre de forma legal y ética. La riqueza no está en elegir la carrera más difícil o la mejor pagada, sino en la combinación de aprendizaje constante, sacrificio y estrategias bien pensadas. No te enfoques solo en el dinero. El dinero es importante, sí, pero no debe ser el único motor. Busca también sentido y felicidad en lo que hagas.

Lo más valioso es encontrar algo que te dé propósito y alegría. Y para eso, hay que tomar decisiones bien informadas, basadas en experiencias profundas y no solo en lo que repiten las redes sociales. Como decía mi profesor de física: “la información de calidad sigue estando en los libros y en quienes escriben desde la experiencia”.

En el siguiente capítulo escribiré sobre otros escenarios, y espero que los leas