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El texto expone que una característica predominante en el ser humano es la dificultad para tolerar ideas contrarias, lo que impide una convivencia armoniosa. Se argumenta que la clave para superar esto radica en dos valores fundamentales: la tolerancia, entendida como el respeto a las ideas y dignidad de los demás incluso en desacuerdo, y el amor, que permite ver las cualidades positivas del otro.

Cómo Practicar la Tolerancia y Eliminar Prejuicios Efectivamente

Una de las características que ha predominado en los seres humanos es la dificultad para tolerar ideas contrarias. Imaginemos una situación donde dos personas tienen perspectivas diferentes sobre un tema: una lo considera problemático, mientras que la otra no lo ve de manera tan negativa. Este tipo de diferencias a menudo trasciende la simple tolerancia hacia las ideas y creencias del otro.

La falta de tolerancia* entre los seres humanos ha impedido que la humanidad comprenda que la tolerancia y el amor hacia las personas son factores clave para una convivencia armoniosa. Estos dos valores fundamentales nos permiten vivir en un entorno de paz y armonía. Entonces, ¿Cómo podemos ser personas tolerantes sin caer en posturas absolutas?

Respete las ideas de otros.

Cuando una persona tiene una idea o creencia muy diferente a la nuestra, es fundamental esforzarse por respetarla. Si existe confianza mutua, podemos emplear el diálogo lógico y respetuoso para compartir perspectivas. El respeto significa que no pondremos nuestras ideas por encima de la dignidad de esa persona. Debemos escuchar genuinamente sus planteamientos y honrarlos.

Consideremos el ejemplo de las discusiones religiosas, tema común y frecuentemente debatido. Cuando alguien asegura que su religión es la verdadera y que todas sus creencias son correctas, mientras nosotros profesamos otra fe, surge el debate sobre quién tiene la razón. Sin embargo, esta dinámica raramente conduce a resultados constructivos.

Es importante reconocer que muchas personas han crecido en el seno de familias educadas en tradiciones específicas, las cuales se han convertido en parte integral de sus vidas. Modificar costumbres y educación recibida desde la infancia representa un desafío considerable.

Si alguien ha sido educado desde temprana edad para asistir a una congregación específica, es probable que mantenga esa práctica a lo largo de su vida. Aquí radica la importancia de saber relacionarnos con las personas y respetar sus creencias, basando nuestro amor en principios que trascienden las interpretaciones humanas.

Las escrituras nos enseñan que el amor es el valor más importante dentro de una comunidad de fe, siendo el factor clave para comprender y aceptar las imperfecciones humanas. Una persona puede ser ejemplar en su conducta religiosa y asistir fielmente a su congregación, pero sin amor genuino, será incapaz de ver más allá del presente inmediato.

El primer paso para eliminar nuestros prejuicios es cultivar el amor y practicar la tolerancia. Debemos procurar ver las situaciones desde una perspectiva más amplia. Cuando expresamos amor genuino, podemos reconocer que cada persona es única y que, a pesar de sus aspectos negativos, también posee cualidades positivas. Un amor auténtico nos permite identificar y valorar las fortalezas de los demás.

Este principio se aplica en todos los aspectos de la vida: en nuestras relaciones familiares, con nuestros hijos, abuelos, familiares, amigos, y personas desconocidas.

Identifique las cualidades positivas.

Una de las formas más eficaces de eliminar prejuicios es dar el ejemplo correcto. Cuando observamos que cierta conducta o actividad no es ideal, ¿cómo podemos orientar a la persona sin que se sienta contradecida o menospreciada?

La respuesta está en el ejemplo correcto. Cuando actuamos apropiadamente, reflejamos que existen mejores formas de vivir y que necesitamos adoptar actividades más constructivas para nuestro bienestar. Las personas tienden a reconsiderar sus posturas cuando observan ejemplos consistentes y positivos.

Si deseamos formar hijos con valores sólidos, es necesario fomentar un entorno de principios desde temprana edad. No podemos ser padres carentes de valores, pues el tiempo avanza inexorablemente y cosecharemos lo que hayamos sembrado. Sembrar valores fundamentales y enfatizar constantemente que contribuir a una sociedad con principios sólidos nos ayudará a forjar un mejor futuro representa la mejor inversión que podemos hacer.

¿Qué hacer cuando alguien no cambia?

Tarde o temprano las circunstancias evolucionan, y nada en la vida es permanente. Incluso personas de gran fortuna darían todo por recuperar el tiempo perdido, pues comprenden que la vida es el regalo más valioso que existe y debe aprovecharse al máximo.

Si una persona no modifica su comportamiento a pesar de nuestro ejemplo, ayuda y esfuerzo, debemos permitir que esa persona reflexione sobre sus acciones, pues eventualmente la verdad se manifiesta. Recordemos que quienes se esfuerzan por actuar correctamente suelen recibir mayores bendiciones y experimentan respaldo divino en sus actividades constructivas.

No debemos preocuparnos excesivamente si alguien cercano se ha desviado o práctica actividades cuestionables. Podemos orar por esa persona y confiar en que la paz divina la cubrirá. Tarde o temprano aprenderá la lección y recibirá las consecuencias de sus decisiones.

Mientras tanto, debemos continuar en el camino de la rectitud y demostrar nuestra lealtad a los principios correctos. Al observar nuestro esfuerzo genuino por hacer lo correcto, recibiremos bendiciones en el momento apropiado. No existe mayor satisfacción que recibir aprobación divina por nuestras acciones.

Conserve su integridad y manténgase abierto a nuevas ideas.

La integridad representa la cualidad más valiosa del ser humano y una de las características que recibe mayor reconocimiento divino. La historia de Job nos enseña que la integridad es la cualidad suprema y la prueba viviente de nuestra confianza en principios superiores. Después de las pruebas que enfrentó, Job fue recompensado abundantemente y prosperó en todos los aspectos de su vida.

Las escrituras aseguran que Job recibió el doble de lo que poseía anteriormente, enseñándonos que la providencia divina bendice y permite que las personas prosperen. Todo depende de nuestra obediencia e integridad. Por tanto, tomemos acción y hagamos siempre lo correcto para nuestras vidas. Nuestra recompensa está en camino.

Todos hemos heredado la imperfección.

El pecado y la imperfección han sido heredados desde que nuestros primeros ancestros se rebelaron contra la autoridad divina. Desde entonces, todos hemos heredado esta condición imperfecta, y nacemos con esta naturaleza. Los primeros discípulos también fueron hombres imperfectos con las mismas debilidades que nosotros enfrentamos, y aunque las situaciones actuales difieran de las suyas, muchos aspectos de la condición humana permanecen similares.

Reconocer este hecho nos ayuda a comprender las debilidades de las personas y sus principales necesidades. Inevitablemente, todos enfrentaremos momentos de debilidad, y nuestro trabajo consiste en remediar estas situaciones y demostrar integridad. Al comprender esta realidad, podremos entender mejor las limitaciones de nuestros semejantes y desear genuinamente su bienestar y progreso.

Este entendimiento se relaciona directamente con los prejuicios hacia las personas y nos ayuda a reconocer que todos somos vulnerables y necesitamos orientación divina. Por ejemplo, podemos juzgar a alguien por su apariencia o forma de vestir, aunque estas sean prácticas comunes en el mundo actual. Algunos hermanos en la fe pueden no comprender estos aspectos y obviamente no les agradará la idea de admitir que están adoptando tales costumbres. La verdad es que resulta muy difícil aceptar corrección o reconocer nuestros defectos.

¿Cómo cambiar esta actitud? La mejor forma es demostrar nuestro ejemplo, siendo conscientes de que debemos ser nosotros quienes mostremos integridad absoluta. Recordemos que la integridad se logra mediante la humildad y la lógica. Si tenemos la capacidad de reconocer que ciertas prácticas no se alinean con principios divinos, y vemos que alguien las adopta, demostremos con nuestro ejemplo que existen mejores alternativas cristianas.

Preguntémonos: ¿Estaríamos dispuestos a cambiar nuestra forma de vestir o actuar por hacer la voluntad divina o evitar que alguien tropiece espiritualmente?

Si la respuesta es negativa, significa que aún no hemos superado nuestras debilidades y tenemos trabajo por hacer. Si la respuesta es afirmativa y estamos dispuestos a cambiar para que otros no tropiecen, entonces las bendiciones celestiales se abrirán abundantemente para nosotros. Los cristianos no deberíamos amar las prácticas mundanas, pues en el futuro habrá nuevos cielos y una nueva tierra donde las cosas anteriores habrán pasado.

¿Comprendemos la voluntad divina? Esforcémonos por hacer vehementemente la voluntad de Dios, siendo siempre íntegros y humildes, convirtiéndonos en personas libres de prejuicios. Aunque ciertas cosas no constituyan pecados graves, la integridad trasciende nuestros gustos y deseos personales, y allí se revela nuestro grado de lealtad divina.

Estrategias para mantener la integridad.

La integridad en el siglo XXI enfrenta grandes desafíos. El ser humano se ha dejado influir por prácticas corruptas, y aunque el mundo considere la integridad espiritual como algo inexistente o de poco valor, para quienes nos esforzamos por conservar la santidad divina, la integridad sí existe.

Una práctica que me ha ayudado a mantener la integridad es reconocer la presencia constante del Señor Jesús. Por ejemplo, cuando debo tomar decisiones sobre mi trabajo o tipos de ingresos, imagino a Jesús caminando conmigo y siempre le pregunto: «¿Qué piensas sobre esta decisión? ¿Qué harías tú?»

Imaginar esta escena nos ayuda a controlar nuestros límites y nuestra libertad, tomando el camino seguro hacia Dios. Recordemos que necesitamos normas y disciplina; si permitimos que nuestras opiniones personales y el apego al mundo nublen nuestros pensamientos, terminaremos diluyendo los principios que nos sostienen y haciendo lo que nos parece conveniente, no necesariamente lo que se alinea con la voluntad divina.

Nunca nos ofendamos por el buen consejo de un amigo genuino, especialmente cuando esa persona nos ama. Finalmente, seamos humildes y evitemos enojarnos por consejos o señalamientos sobre defectos a corregir. No interpretemos esto como críticas o juicios. Analicemos siempre la situación y consultemos con la sabiduría divina que está a nuestro lado.

*La tolerancia y la integridad no son simplemente ideales abstractos, sino principios prácticos que, cuando se aplican consistentemente, transforman nuestras relaciones y comunidades. Al cultivar estas cualidades, construimos puentes de comprensión y respeto que trascienden las diferencias superficiales, creando espacios donde todos pueden prosperar en armonía.

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