El texto propone que la felicidad y la paz interior no dependen de cambiar las circunstancias externas, sino de un trabajo interno de entrenamiento mental.
La vida no es una línea recta; está llena de movimientos, de subidas y bajadas. Según las decisiones que tomamos, podemos mejorar o complicar nuestro camino. Muchas veces, cuando llegamos a comprenderlo y queremos tomar las cosas con mayor seriedad, sentimos que ya es demasiado tarde. Surge entonces la pregunta: ¿Cómo mantener una actitud positiva aun en medio de tantos problemas? ¿Cómo enfrentar una situación tan difícil como la pérdida de un ser querido, o atravesar una traición, o una crisis económica que nos ahoga?
Está claro que no todos los problemas son iguales, y no se pueden comparar unos con otros. Hay circunstancias que pesan mucho más y dejan marcas profundas, tanto en nuestra vida como en la de quienes nos rodean. Algunos de esos problemas, además, se repiten generación tras generación. Muchas veces los errores que cometemos provienen de vacíos emocionales o carencias de afecto que arrastramos desde la infancia, y que luego influyen en cómo construimos nuestras relaciones y familias. Pero también es cierto que esos ciclos pueden romperse: basta con que alguien, en algún momento, decida afrontar las cosas de otra manera y actuar con mayor claridad.
Cuando tomé la decisión de vivir en el campo, tenía la idea errónea de que todo mi estrés desaparecería, pero no fue así. Descubrí que la verdadera clave no está en el lugar, sino en la forma en que vemos la vida y en la madurez mental que desarrollamos; eso es lo que llamo plasticidad mental.
No digo que el campo sea malo; al contrario, te aleja inmediatamente del ruido y la agitación de la ciudad. Pero si no trabajas en tu mente, incluso el entorno más tranquilo se volverá normal y los problemas internos persistirán.
Así que, sí, ve a vivir al campo… pero llévate contigo tu plasticidad mental. Imagen por Irvis Murillo.
Sea cual sea el problema que enfrentes, hay un primer paso fundamental: no dejar que el peso de la situación te hunda más. Si cometiste un error y este trajo consecuencias, lo más sano es aceptarlo, asumir la responsabilidad y trabajar en la solución. Y si el problema no afecta gravemente a los demás, entonces el enfoque debe estar en ti mismo: en cuidar de ti y en crecer a partir de esa experiencia. Claro que hacerse cargo de uno mismo no es fácil; requiere disciplina, dedicación y sacrificio.
En mi caso personal, no crecí siendo un joven problemático. Hubo momentos en los que hice enojar a mis padres, pero no por asuntos graves. No tuve experiencias marcadas por vicios o situaciones que pudieran destrozar nuestra convivencia familiar. Eso no significa que no haya tenido problemas, sino que con el tiempo me di cuenta de que, aunque en su momento me parecían enormes, no eran tan graves como yo pensaba.
Trata de minimizar tus problemas y no hundirte más. Si cometiste un error que derivó en una situación difícil, acéptalo y asume tu responsabilidad. Y si tu problema no afecta gravemente a los demás, céntrate en ti mismo y en trabajar tu propio bienestar. Hacerse cargo de uno mismo no es sencillo: exige dedicación, esfuerzo y sacrificio, pero es el camino más sólido hacia el crecimiento personal.
Hoy reconozco que la disciplina y las enseñanzas que recibí fueron fundamentales para no desviarme por caminos más oscuros. Agradezco a mis padres por haber puesto límites y corregirme cuando fue necesario, porque eso me permitió crecer con una visión más clara y una base más firme para enfrentar la vida.
Ahora bien, ¿cómo ser positivo a pesar de todo?
Cuando construí mi casa de campo en una zona rural, lejos de la ciudad, tenía la esperanza de que la naturaleza me brindaría paz y que me alejaría del estrés y del mal humor que solía cargar conmigo (ya que muchas veces tomaba todo demasiado a pecho y todo me parecía mal). Durante este primer año de vivir aquí, me he dado cuenta de que la realidad no funciona de esa manera. Al inicio pensé que mudarme al campo significaba que el estrés desaparecería, pero eso no ocurre así.
No es cierto que vivir en un lugar más tranquilo elimine de raíz los problemas. El estrés, en mayor o menor medida, siempre va a estar presente, porque forma parte de la vida misma. Lo que realmente cambia la manera en que lo vivimos no es el entorno por sí solo, sino la madurez mental que tengamos para enfrentarlo y sobrellevarlo.
Criar una mascota es un acto de prepararse o entrenar la mente para controlar y gestionar situaciones que nos ponen a prueba. Imagen por Irvis Murillo.
No estoy diciendo que vivir en el campo sea malo, sino que es importante comprender que el estrés no se apaga ni los problemas desaparecen por completo únicamente con un cambio de entorno. No basta con mudarse al campo y ya; lo esencial es aprender a gestionar el estrés de manera consciente y madura.
En este punto, es necesario entender que la forma en que buscamos la paz no depende del lugar en el que estemos ni tampoco de las personas que nos rodean, sino de la manera en que entrenamos nuestra mente. El cerebro es el órgano más poderoso que tenemos y, si sabemos cultivarlo, podremos enfrentar cualquier situación con una mirada más tranquila y equilibrada. A esa capacidad yo la llamo: plasticidad.
La plasticidad, entendida como la habilidad de adaptarse y mantener la calma, es el resultado de entrenar nuestra mente a través de valores como los siguientes:
- Practicamos siempre la gratitud, incluso cuando sentimos que nos falta algo, como una casa propia o el vehículo que tanto deseamos. Ser agradecidos no depende de lo que tengamos, sino de la capacidad de valorar lo que ya está presente en nuestras vidas.Practicamos el perdón, aunque a veces la ofensa provenga de la otra persona.
- Perdonar no significa justificar lo que nos hicieron, sino liberarnos de la carga que nos mantiene atados al dolor. Al hacerlo, nos sentimos más ligeros, mejoramos nuestra relación con nosotros mismos y fortalecemos nuestra espiritualidad.
- Practicamos la amabilidad, incluso en los momentos en que alguien nos ha lastimado profundamente. Ser amables no es sinónimo de permitir abusos, sino de responder con humanidad y no dejar que la dureza de los demás nos quite nuestra propia esencia.Practicamos la humildad como un valor profundo y no como una apariencia.
- La humildad no significa descuidar nuestras metas financieras ni vivir con carencias, sino mirar a los demás como iguales, respetar sus posturas y aprender de ellas. Ser humildes es caminar con la conciencia de que siempre hay algo nuevo que descubrir y que, por más que sepamos, seguimos siendo aprendices de la vida.
- Cuidar y criar una mascota también nos ayuda a entrenar la mente y el carácter. Tener un animal en casa nos pone frente a pequeñas pruebas diarias que demandan paciencia. En mi caso, con mis dos perritas que siempre hacen hoyos en el césped, aprendí que la paciencia es más poderosa que la reacción impulsiva y que optar por la calma en lugar de la violencia es un verdadero ejercicio de crecimiento personal.
- Cultivar una actividad sana y deportiva es otra forma de fortalecer nuestro bienestar. Si tienes la dicha de compartir esa actividad con alguien más, considérate bendecido, porque la compañía multiplica la motivación. Y si la practicas en solitario, también encontrarás en ella un refugio para tu mente y tu cuerpo. Descubrir una afición que realmente disfrutes no solo mejora tu salud física, sino también tu equilibrio emocional y social, porque todos los seres humanos necesitamos conexión: somos sociales por naturaleza.
Una de las cosas que más me ha ayudado a comprender mis problemas y afrontar distintas situaciones es practicar la gratitud cada día. La gratitud es un entrenamiento constante de la mente, porque nos enseña a sentirnos bien con lo que tenemos en el presente y a valorar el punto en el que estamos.
Muchas veces nos dejamos llevar por la urgencia de obtener un producto, un servicio o un logro lo más rápido posible. Sin embargo, no comprendemos que la prisa rara vez nos beneficia: más bien nos genera desánimo, frustración y, en muchos casos, mayor estrés. En lugar de desgastarnos luchando por obtener todo de inmediato, es más sabio enfocarnos en trabajar con paciencia en aquello que deseamos. Al hacerlo, no solo disfrutamos el proceso, sino que también fortalecemos nuestra disciplina y serenidad.
Por eso, los valores mencionados anteriormente no deben quedar solo en teoría. Conviene tenerlos presentes en la mente cada día, e incluso escribirlos o imprimirlos para recordarlos constantemente. De esta forma, se convierten en una guía práctica que nos acompaña en nuestro crecimiento personal.
Rodearse de personas de calidad es una de las formas más poderosas de mejorar nuestro estado mental y ampliar nuestra perspectiva. Cuando pasamos demasiado tiempo con quienes mantienen una mentalidad limitada, inevitablemente nuestro propio pensamiento se ve influenciado y restringido. Por eso, la clave está en buscar compañía que sea enriquecedora, que aporte valor, que nos inspire y que nos motive a salir de nuestra zona de confort.
Procuremos acercarnos a personas más inteligentes o con mayor experiencia que nosotros, y aprendamos a escuchar con humildad y respeto. Solo así podremos absorber nuevos aprendizajes, abrirnos a otras visiones de la vida y crecer en nuestro propio camino.Imagen por Irvis Murillo.
¿Qué pasa si, por más esfuerzo que hagamos, tenemos que convivir con personas tóxicas? La mejor salida muchas veces es alejarnos, aun cuando esas personas no cambien. Tener la esperanza de que alguien se transformará es válido, pero la decisión de tomar distancia suele darnos la respuesta más clara. Y una vez que la reconozcamos, debemos respetarla y mantenerla firme. Es importante recordar que la paciencia y la gratitud no significan perder la dignidad ni permitir que alguien nos falte al respeto. Nuestra integridad debe estar siempre presente, seamos hombres o mujeres.
Alejarse de quienes no desean cambiar es, en sí mismo, un acto de fortaleza y de claridad. No es fácil: al inicio puede generar sacrificio, dudas o sentimientos encontrados. Sin embargo, priorizar nuestra dignidad es esencial para cuidar tanto nuestra vida emocional como física. Quien realmente ama, tarde o temprano, reconocerá sus errores y hará el esfuerzo sincero de cambiar.
Y nunca olvides esto: todos merecemos una segunda oportunidad, pero solo cuando la otra parte demuestra con hechos suficientes que es digna de nuestro cariño y respeto.
Nota: Este es un ensayo personal. Lo escribo desde mi experiencia y perspectiva, con la intención de compartir y motivar a quienes puedan sentirse identificados.