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Ray Dalio, fundador de Bridgewater Associates, reconoce a Bitcoin como "una gran invención" sin convertirse en un entusiasta. Advierte que su mayor riesgo es tener éxito, porque los gobiernos harán lo que sea para proteger su poder monetario. Lo ve como un potencial "oro digital" y refugio contra la inflación, aunque aún demasiado volátil.

Ray Dalio y la duda del oro digital

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Cuando Ray Dalio habla, Wall Street escucha.

Durante medio siglo, el fundador de Bridgewater Associates ha construido una reputación casi profética: la de quien entiende el dinero no como un número, sino como un reflejo del mundo. Por eso, cuando el Bitcoin empezó a desafiar las reglas del sistema financiero, muchos esperaban una condena rotunda. En cambio, Dalio escribió algo inesperado: Bitcoin es una gran invención.

No era un gesto de entusiasmo, sino de curiosidad.

El veterano de los mercados no se volvió súbitamente un creyente del dinero digital. Pero reconoció algo que pocos de su generación estaban dispuestos a admitir: que un grupo de programadores anónimos había creado una forma de dinero que funcionaba sin bancos, sin gobiernos y sin intermediarios. Un sistema que no necesitaba confianza, solo matemáticas.

En su ensayo What I Think of Bitcoin (Qué pienso del Bitcoin), Dalio describe el invento con respeto, casi con asombro. Pero también con cautela. «El mayor riesgo de Bitcoin —advierte— es tener éxito.»

Si alguna vez se convierte en una verdadera alternativa al dinero estatal, los gobiernos —dice— harán lo que sea para proteger su poder.

Esa frase suena más a advertencia que a profecía. Dalio conoce la historia del dinero: sabe que ningún Estado ha permitido jamás que una moneda escape completamente de su control. A su juicio, si Bitcoin llega demasiado lejos, el sistema intentará encerrarlo.

Y sin embargo, lo sigue observando.

Ve en él algo valioso: una reserva de valor potencial, un refugio contra la inflación y la impresión masiva de dinero. Lo llama un «oro digital», aunque aún demasiado volátil y frágil para cumplir ese papel. Su equipo en Bridgewater lo resume con una precisión matemática: «Bitcoin es una opción sobre el oro digital.» No es una apuesta segura, pero sí una señal de lo que podría venir.

En el fondo, Dalio no escribe sobre criptomonedas; escribe sobre la incertidumbre. Sobre lo difícil que resulta encontrar algo sólido en una era donde el dinero ya no está atado a nada.

Su tono es el de quien mira el futuro con la serenidad del que ha visto demasiadas tormentas pasar.

«Bitcoin puede ser parte del futuro», concluye, «pero no el futuro mismo.»

Esa línea no suena escéptica, sino prudente. Es la voz de alguien que ha aprendido que la euforia es un pésimo consejero y que el tiempo, en economía como en la vida, termina poniéndolo todo en su lugar.

Hoy, mientras el oro digital sigue dividiendo al mundo entre creyentes y detractores, las palabras de Ray Dalio suenan más actuales que nunca.

Ni devoto ni enemigo, se mantiene en el punto medio, ese territorio cada vez más raro donde aún es posible pensar sin gritar.

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