En el texto, el autor reflexiona sobre el proceso de elegir una carrera profesional, destacando que se trata de una decisión personal y crucial que definirá el futuro y la posición en la sociedad de quien la toma. Advierte que no debe basarse en presiones externas o opiniones ajenas, sino en un análisis maduro de los intereses propios, ya que una elección incorrecta puede llevar a insatisfacción y pérdida de tiempo.
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En el primer paso, el objetivo fue conocer las realidades de elegir una carrera: ser conscientes de que escoger una no garantiza mejorar nuestra calidad de vida, y entender que las opiniones de quienes nos rodean son solo eso, opiniones. Al final, somos nosotros quienes tenemos la última palabra. Este fundamento es esencial, porque la decisión que tomes hoy marcará tu camino, definirá quién serás en el futuro y qué posición tendrás en la sociedad. La carrera que elijas será la que te conduzca hacia la persona en que te convertirás.
Elegir bien puede parecer insignificante ahora, pero es importante que lo hagas de la manera más correcta y sin presión, porque, en teoría, la profesión que escojas te dará sustento y comodidades. Si eliges una carrera que no te gusta por presión o porque la opinión de un familiar o amigo te pareció convincente, con el tiempo te costará identificarte con ella. Y aunque quizá termines haciendo algo distinto a lo que estudiaste, es indispensable que al menos esa elección te lleve por un camino afín. De lo contrario, podrías terminar como muchos jóvenes que, tras estudiar algo con lo que no se sintieron identificados, acaban ejerciendo otra cosa. Lo más triste no es la mala decisión en sí, sino el tiempo perdido estudiando algo que nunca les gustó.
Entonces, ¿cómo elegir una carrera y por qué es recomendable elegir una que tenga demanda? Son preguntas que vamos a responder paso a paso.
Para elegir una carrera no es suficiente hacer un test en línea o, como vimos al inicio, dejarse llevar por las opiniones de los demás, ni siquiera las de nuestros padres. Se trata de tener la madurez mental para saber exactamente lo que nos gusta y dar en el clavo. Pero si hablamos de madurez a los 15-18 años, es como intentar enseñar a un niño de 5 años a sumar y dividir. No me burlo; yo mismo me di cuenta de que a esa edad aún no comprendemos del todo lo que significa elegir una carrera. Justamente por eso escribo esta serie: no para persuadirte de que X carrera es la ideal, sino para darte instrucciones y señales para que, a tu edad, puedas detectar qué te conviene y sepas que, si aplicas las recomendaciones, irás por buen camino.
Al final, mi objetivo es que uses estas recomendaciones como un manual a tu alcance para que te guíes, al menos, por la senda correcta. Esa es la idea.
Soy consciente de que no todas mis sugerencias son absolutas, pero estoy convencido de que podrás aplicarlas según tus circunstancias y contexto. Los tiempos de antes ya no son los mismos, y es necesario adaptar cada recomendación a las nuevas generaciones que deciden estudiar algo.
Entonces, vayamos a la primera pregunta: ¿Cómo elegir una carrera profesional?
Por lo general, y dependiendo del país, hay dos formas principales de estudio o tipos de carrera:
- La carrera universitaria.
- La carrera técnica.
Los nombres pueden variar, pero en esencia esto es lo que significan:
Carrera técnica: estudias una profesión basada en aplicaciones prácticas, y suelen ser opciones con alta demanda en el mercado. Algunos ejemplos son: enfermería técnica, técnico en agropecuaria, técnico en informática, tecnólogos, entre otros. Personalmente, es el tipo de formación que recomiendo en este siglo, porque la sociedad funciona en base a conocimientos prácticos, su duración es menor que la universitaria y eso representa una ventaja competitiva. Aunque he observado ciertos prejuicios hacia estas carreras (a veces se les considera de menor nivel frente a las universitarias), en realidad pueden ser una de las mejores decisiones que un joven puede tomar hoy.
Carrera universitaria: son estudios profesionales que, dependiendo del país, suelen durar alrededor de 5 años (sobre todo en países de habla hispana). Se cursan en universidades y tienen una malla curricular más extensa. Aunque desde mi punto de vista no siempre es la mejor opción en este siglo, sigue siendo la alternativa más común y la meta de muchos jóvenes.
A pesar de las ventajas de la formación técnica, muchos graduados de escuela ven la carrera universitaria como la opción más ideal y completa para hacer algo con su vida. Y hoy, con más formas de estudiar, la opción más frecuente sigue siendo la universidad. Gracias al crecimiento de universidades privadas, el acceso a la educación superior es más fácil, pero el obstáculo más común suele ser el dinero.
El dinero es clave en la educación. Sin recursos, es difícil formarse. Por eso, además de elegir el tipo de carrera, debes considerar dónde estudiarás: si en un centro público o privado. Lo ideal es postular a una universidad o instituto público para ahorrar dinero. Y es que la inversión en una universidad privada, en muchos casos, nunca se recupera, ya sea por factores externos o internos. Es decir, el sueldo promedio de un profesional recién graduado en muchos países de América no suele ser alto en comparación con lo que cuesta estudiar en una universidad privada. Tanto, que en ocasiones el salario que ganes al empezar ni siquiera igualará lo que pagabas mensualmente por tu educación. Es una realidad que afecta a muchos estudiantes y de la que pocos hablan.
Por eso, elegir bien dónde estudiar y qué carrera seguir no se reduce a hacer un test; se trata de estar informado y ser realista. Si optas por una institución privada, tus padres o tutores tendrán que cubrir no solo la mensualidad, sino también libros, transporte, vivienda, alimentación, matrícula y vida social. Si somos honestos, muchas veces esta opción es paradójica: pagar más no garantiza ganar más en el futuro. Por el contrario, si eliges una institución pública, tus padres no cargarán con la presión constante de pagar mensualidades elevadas. Aunque la educación pública no es 100% gratuita como a veces se cree, la inversión requerida es significativamente menor, lo que a largo plazo hace que sea una opción más rentable. Personalmente, recomiendo que los jóvenes de hoy consideren esta dirección: ahorran costos y se forman como profesionales rentables, aunque luego ganen un sueldo moderado o incluso mínimo.
La diferencia entre quien estudia en una privada y quien lo hace en una pública puede ser abismal, sobre todo por el dinero ahorrado durante toda la carrera. Una de las grandes preocupaciones de los padres cuando su hijo estudia en una institución privada es el miedo a que, por alguna razón, abandone los estudios cuando ya falta poco, perdiendo así todo lo invertido. Pero también puede ocurrir lo contrario: que los padres, por imprevistos como una enfermedad, una pandemia o un fallecimiento, ya no puedan costear los estudios. Cualquier situación así afecta directamente la continuidad de la formación.
Todo esto, quieras o no, genera incertidumbre. Y elegir bien dónde estudiar es esencial porque, como ya mencioné, la carrera que escojas marcará el tipo de persona que serás y el lugar que ocuparás en la sociedad. Además, como es tu futuro y te tocará vivirlo, cualquier decisión que tomes ahora deberás afrontarla tú solo. Y esto no es un juego. Por eso —espero que me entiendas— la elección final no puede depender de un familiar o una opinión externa. Por ejemplo, si estudias medicina o ingeniería, la persona que te recomendó esa carrera por su “estabilidad” no va a pasar contigo las noches en vela, la incertidumbre, el agotamiento, los informes, los trabajos en grupo ni los exámenes. Quién estará ahí serás únicamente tú. Tus padres y algunas personas cercanas podrán apoyarte emocionalmente, pero lo que vivas dentro de tu carrera pocos lo entenderán realmente. Incluso es probable que ni tus padres sepan qué tipo de tareas debes resolver, y al ser tan complejas, tendrás que enfrentarlas por tu cuenta.
Suena un poco melancólico, pero es mejor estar preparado para asumir esa etapa que marcará tu vida. Y lo peor es que, muchas veces, lo que estudies solo servirá para aprobar una materia y luego lo olvidarás. En la vida real, desde mi experiencia, solo aplicarás alrededor del 10% de lo aprendido. La vida no requiere ejercicios complejos ni teorías avanzadas, sino aplicación simple y concreta.