El autor analiza el uso de la cocina de leña en entornos rurales, destacando su rentabilidad económica, su impacto en el sabor de la comida y su sostenibilidad cuando se gestiona de manera consciente. Explica cómo la leña se obtiene de forma natural mediante podas o recolección, y describe su adquisición mediante unidades estandarizadas como las "rajas".
Una de las principales ventajas de vivir en el campo, además de contar con extensos terrenos para caminar, es la posibilidad de cocinar en una cocina de leña. A diferencia de la ciudad, donde se depende de un sistema de gas o de un balón, aquí podemos reunir ramas y troncos para usarlos como combustible en la preparación de nuestras comidas. Desde que vivo en el campo, alrededor del 90% de nuestros alimentos se preparan gracias a la leña que obtenemos de manera sostenible.
La diferencia de sabor entre una comida preparada a gas y otra con leña suele ser notable, especialmente en un país como el Perú, que cuenta con una de las gastronomías más variadas del mundo.
Cocina de leña de ladrillo, equipada con una plancha de metal que incluye tres hornillas de diferentes tamaños para adaptarse a diversas ollas. Cada hornilla cuenta con su tapa ajustable en dos medidas, permitiendo regular la llama y conservar el calor de manera eficiente. Imagen por Irvis Murillo.
El uso de cocinas de leña es tan popular que casi todos mis vecinos las tienen. Aunque varios cuentan también con cocinas a gas, este porcentaje es minoritario. Incluso yo tengo una en casa, pero solo la utilizo en contadas ocasiones: por las noches, cuando prender la cocina de leña se vuelve complicado, o cuando llueve.
Por lo general, la leña se obtiene de forma gratuita en el campo. Quienes tenemos un huerto —como es mi caso— aprovechamos las ramas de la poda. Las dejamos secar al sol y las almacenamos en un lugar adecuado. Quienes no tienen árboles propios suelen recolectar estos materiales en áreas extensas. Cuando la recolección no es viable, también es posible comprarlos a personas dedicadas a este oficio.
En las zonas rurales, por lo general estamos rodeados de extensos terrenos que nos permiten recolectar ramas y palos de leña ya secos para usar en nuestra cocina. Además, si somos una familia numerosa, cocinamos para muchas personas o tenemos mascotas, la leña resulta una excelente alternativa para hacer rentable la preparación de alimentos. Imagen por Irvis Murillo.
En la zona rural donde vivo existen grandes extensiones de terreno con abundante vegetación, y muchos árboles se cortan para este uso. Aunque la densidad forestal ha disminuido con los años, el recurso sigue siendo abundante. Sin embargo, es fundamental ser consumidores conscientes, pues el uso desmedido puede afectar a especies importantes de nuestra flora.
Siempre he observado que hay personas dedicadas exclusivamente a este negocio, especialmente aquellas que también producen carbón. Si uno no tiene la destreza para cortarla, puede adquirirla ya preparada para usar. A estos trozos de madera cortados a la mitad se les llama «rajas» en el Perú.
Aunque a lo largo de los años hemos notado una menor densidad de árboles en la zona rural donde vivimos, aún sigue habiendo muchos ejemplares. La disminución en el uso de leña debido a que más personas han optado por el gas ha reducido la deforestación en los bosques adyacentes. Cuidar los árboles es fundamental, pues como bien dice el refrán: «no solo perdemos la soga, sino también el cabrito». Imagen por Irvis Murillo.
Una «carga» equivale a cien rajas. Su duración depende de la frecuencia y la cantidad de comida que se prepare. En mi caso, tenemos ocho perros, y cocinar su alimento con gas no sería rentable ni sostenible, ya que acabaríamos un balón en muy poco tiempo.
El uso de la leña, en cambio, sí resulta económico: una carga cuesta entre 35 y 80 soles (aproximadamente 10 a 20 USD) y puede durar de tres a cuatro meses. Hicimos un cálculo honesto y confirmamos que, si se compra a un precio razonable —menos de 50 soles o 13 USD—, sigue siendo una alternativa mucho más rentable que el gas.
Cocinar con leña es muy conveniente cuando se preparan grandes cantidades de comida, como en nuestro caso. No obstante, también es ideal para familias pequeñas, ya que una carga puede durar mucho tiempo, permitiendo un ahorro superior al 50% en comparación con el gas. Además, en muchos casos puede obtenerse gratuitamente con un poco de esfuerzo.
Muchas familias de los alrededores no necesitan comprar gas ni leña, pues aprovechan las ramas caídas de los bosques y terrenos silvestres cercanos. Conozco a una persona que recolecta grandes cantidades, lo que le permite ahorrar significativamente —especialmente siendo una familia numerosa. Este conocido nunca ha tenido que comprar una carga en su vida porque la consigue gratuitamente.
¿Desaparecerá esta práctica con el tiempo?
Aunque existen políticas ambientales que protegen ciertos árboles —como el algarrobo, prohibido para carbón—, considero que cocinar con leña es una práctica arraigada y natural en el campo. La poda regular de árboles genera ramas y troncos que, en lugar de quemarse sin utilidad, se aprovechan como combustible.
He observado que el descenso en su uso se debe más a la migración del campo a la ciudad que a la escasez de árboles. Las nuevas generaciones, aunque provengan de familias que cocinaban con leña, suelen adoptar otras alternativas como el gas.
Una planta frutal a punto de ser apodada. Imagen por Irvis Murillo.
Personalmente, no creo que esta práctica desaparezca por completo en un futuro cercano. Mientras existan políticas para cuidar el planeta y haya árboles que requieran mantenimiento, siempre habrá leña disponible en el campo. En mi huerto, por ejemplo, podo árboles grandes regularmente y uso sus ramas como combustible. Así aprovechamos lo que la naturaleza nos ofrece, con la convicción de que no generamos una huella de carbono significativa.
Si bien su uso ha disminuido, la vida en el campo es distinta y aquí seguimos reciclando los residuos vegetales para nuestro beneficio. No parece que esta práctica vaya a extinguirse pronto, aunque —como con todo— dependerá de que cuidemos el planeta y evitemos que la industria y la deforestación masiva dañen irreversiblemente el clima. Confío en que no llegaremos a ese punto.