Pulsa «Intro» para saltar al contenido
La única forma de destruir el miedo al cambio era simplemente enfrentarlo.

Morriña: Superando el miedo al cambio y la nostalgia anticipatoria – Parte I

0:00

🎧 Este artículo tiene audio disponible, pero solo puede reproducirse en dispositivos móviles.

Mi viaje a Polonia fue una de las decisiones más difíciles y arriesgadas de mis últimos años. Una elección costosa, motivada por una única misión: reencontrarme con la chica de mis sueños y conocer a su familia. Una invitación que Arleta —en ese entonces mi novia— me insistía constantemente, hasta el punto de que llegó a dudar de que mi viaje se hiciera realidad. Si bien una de las razones principales para la demora era el factor económico —algo que ella logró comprender después—, también latía en mí un temor más profundo que no me atrevía a nombrar.

Tras dos años y después de la pandemia del COVID-19, tomé la decisión definitiva. Había conseguido un buen trabajo que me permitió ahorrar lo necesario. No se trataba solo de comprar los boletos de avión, sino también de costear los regalos para los padres de Arleta y todos los gastos implicados. Mis padres me apoyaron incondicionalmente con la idea e incluso me ayudaron con los presentes, un gasto significativo que solo fue posible gracias a mis ahorros.

Después de dos años de espera y de conseguir el dinero necesario para viajar, pude cumplir mi promesa de ir a Polonia. Fue una experiencia increíble y llena de desafíos, pero lo más importante fue que logré enfrentarme a mis propios miedos y superar para siempre ese estado mental que me paralizaba.
Después de dos años de espera y de conseguir el dinero necesario para viajar, pude cumplir mi promesa de ir a Polonia. Fue una experiencia increíble y llena de desafíos, pero lo más importante fue que logré enfrentarme a mis propios miedos y superar para siempre ese estado mental que me paralizaba. Imagen por Irvis Murillo.

No deseo parecer materialista, pero sin esos recursos nada se hubiera concretado. Por eso puedo afirmar con certeza que el dinero es uno de los elementos más importantes —no diré el más ambicioso— para materializar nuestros sueños. Sin él, no habría podido vivir esta experiencia, ni tendría ahora la oportunidad de contar mi proceso de adaptación a una nueva cultura e idioma.

Pero, gracias a Dios, el plan se cumplió y crucé el Atlántico. Tras dos años de espera, por fin estaba conociendo una cultura completamente nueva.

Antes de llegar, sin embargo, quiero compartir una historia que muy pocos conocen. Creo que a través de mi relato muchos se identificarán, pues es algo que nos puede suceder a todos cuando viajamos por primera vez a un nuevo destino, especialmente si es la primera vez que salimos de nuestro país. Ahí se manifiesta, antes y después del viaje, lo que se conoce como morriña. Un estado mental y emocional —diría yo— cuya secuela puede llevarte a la depresión, haciéndote creer que estás cometiendo un error o tomando una mala decisión. Nuestro cerebro crea escenarios fantasiosos y se vuelve paranoico, generando una presión que te sume en el miedo y, dependiendo de tu personalidad, en una profunda depresión. Es un ciclo de terror tan intenso que paraliza cuerpo y mente, sumiéndote en una profunda aflicción.

Llegando a mi destino. Imagen por Irvis Murillo.

Personalmente, siempre sufrí de morriña, pero ignoraba cómo se llamaba esa expresión emocional. Durante años creí que era el único. Observaba a mi familia, que viajaba con frecuencia al interior del país, y nunca mencionaban una situación similar donde se sintieran paralizados o aterrados ante la idea de estar lejos de su ciudad natal. Incluso si lo hubieran experimentado, quizás nunca me lo contaron, o simplemente subestimaron lo que yo estaba viviendo.

Siempre escuché a mi padre hablar de la extrañeza que sentía cuando estaba lejos de nosotros, pero nunca imaginé que fuera algo tan aterrador y profundo. Tan profundo que en mí generaba una paranoia que me quitaba el sueño. Guardé ese secreto desde muy joven, y recuerdo una anécdota del colegio, cuando nos invitaron a una capacitación sobre planificación familiar y vida sexual organizada por una ONG. El destino estaba a solo una hora de mi ciudad. Yo tendría entre 14 y 16 años, y cuando supe que debíamos quedarnos en un hotel contratado por la organización, el pánico se apoderó de mí. Una presión y un miedo incomprensibles me invadieron. A pesar de mi desesperación, no se lo conté a nadie, y nadie supo comprenderme.

Durante años pensé que eso era solo mío, una señal de que estaba mal de la cabeza. Este sentimiento solo se activaba cuando debía viajar a otro lugar por varios días. Esa paranoia me aterraba, y así viví por mucho tiempo, sin encontrar respuestas profesionales a mis preguntas. Nadie parecía entender lo que me pasaba; algunos se reían, otros solo escuchaban. Tampoco me atreví a hablar abiertamente con mis padres. Simplemente, cargué con ese trastorno en silencio.

La morriña es una añoranza profunda e intensa por el lugar donde hemos crecido y forjado nuestras raíces emocionales.
La morriña es una añoranza profunda e intensa por el lugar donde hemos crecido y forjado nuestras raíces emocionales. Imagen por Irvis Murillo.

La morriña se despertaba cada vez que tenía que viajar o quedarme en un lugar diferente a mi hogar. Aunque en esos años nunca salí del país, mi mente me jugaba malas pasadas, librando una batalla interna que me quitaba el sueño, me entristecía profundamente y me llenaba de una melancolía que me hacía recordar cada detalle de mis padres. En pocas palabras, ese estado mental generaba en mí un temor tan profundo que me paralizaba literalmente. Si no hubiera tomado cartas en el asunto, quizás mi vida habría sido muy diferente. A pesar de esa parálisis mental, siempre intenté cumplir con mis obligaciones. No sé si lo hice bien, pero al menos sentía que completaba mi misión.

La morriña, también conocida como homesickness en inglés, es el estado mental y emocional que experimentamos al extrañar nuestro hogar, nuestra tierra natal, el lugar donde hemos echado raíces y crecido, cuando por alguna razón debemos alejarnos de allí, sea temporal o permanentemente. Desde mi experiencia, se parece a la nostalgia, pero va más allá: es una añoranza intensa y visceral por ese pedazo de tierra que nos vio crecer.

La morriña: un gigante dormido pero malo, que limita y trae consecuencias en la vida.
La morriña: un gigante dormido pero malo, que limita y trae consecuencias en la vida. Imagen ilustrada.

Esa reacción innata seguía latente en mí, despertándose cada vez que planeaba un viaje. Hasta ese momento, no había logrado eliminarla; siempre estaba allí, dormida. Era un gigante dormido, pero malévolo, que me limitaba y podría haber traído consecuencias graves para mi vida.

Cuando me llamaron a estudiar a Lima en el 2015, me alegré por la oportunidad de cursar un programa del MIT en una universidad de la capital. Pero, una vez más, ese temor se apoderó de mí, construyendo dentro de mí una tristeza y un pánico profundos por dejar mi hogar y a mis padres. Aunque fue difícil tomar la decisión, logré sobrellevar esos meses a caballo entre el miedo y los estudios, sin que nadie lo supiera.

Las causas de mi morriña cuando estaba lejos de casa eran las siguientes:

  • Extrañaba profundamente los pequeños detalles de mis padres, mis mascotas y mi casa.
  • Cuando escuchaba a un vecino poner música local, un pesar profundo me invadía y paralizaba mi cuerpo.
  • A veces, de tanto extrañar, llamaba a mis padres constantemente para aliviar mi dolor.
  • El temor me sumía en una depresión que me hacía buscar cualquier excusa para abandonar mi misión. Si había ido a Lima a estudiar, inventaba razones para volver a casa.
  • Me sentía solo y deprimido.
  • Algunos días no iba a clases y me escapaba a otro lugar solo para pensar.

Fue una situación muy difícil de afrontar. Si tú eres una de esas personas, espero que este artículo te permita conocer las recomendaciones personales que a mí me ayudaron a eliminar ese estado mental para siempre y recuperar mi salud emocional. No es necesario que apliques exactamente lo mismo, pero quizás puedas usarlo como inspiración hasta que logres destruirlo por completo.